La Bora, el viento que barre Trieste

Cuando la bora sopla...
Cuando la bora sopla...

«Una ciudad, un viento…, la Bora»

Es imposible hablar de Trieste y obviar el condicionante climático más definitorio de la ciudad más al este de Italia, la Bora. Este tipo de viento es difícilmente clasificable, para empezar podemos decir que tiene personalidad propia, humor y porqué no decirlo hasta mal carácter. Huyendo de la prosopopeya y la literatura podemos afirmar que la Bora es un viento tempestuoso, que de forma improvisada empieza a castigar con fuerza y durante días desde las pendientes cásrticas  hacia la orilla del Adriático, barriendo las plazas y calles triestinas -y todo lo que halla en medio-.

La potencia de la Bora es tal que históricamente se ha llegado a 170 kilómetros por hora. Si comparamos con otras zonas de Italia donde los 30-40 kilómetros por hora ya suponen una «ventisca», podemos entender la magnitud de la Bora, cuya media es de 70/80 km por hora.

La Bora es un viento catabático, de orientación norte/nordoriental, que sopla con irregular intensidad, lo que provoca esa sensación de poca gobernabilidad y caos. Aunque en lugares de Croacia como Segna o Aidussina en Eslovenia, la bora de Trieste es la más célebre. La denominada «bora chiara» se produce con el cielo limpio y la «bora scura» se desemboca con lluvia y nieve acomparsando las grandes ráfagas.

Un refrán típicamente triestino dice «la Bora nassi in Dalmazia, la se scadena a Trieste e la mori a Venessia» (la bora dura casi siempre 3 días, el primero nace en Dalmacia, el segundo alcanza todo su poderío en Trieste, y el tercero se disuelve cuando llega a Venecia.

Del nombre Bora, derivan el Boraccio cuando se desata en todo su explendor, el Borino cuando llega mermado y apacible. En invierno la Bora es omnipresente, tanto que ha dado lugar a una corriente cultural que la presenta en canciones, poemas, manifestaciones culturales, estudios científicos, y hasta en la creación de un museo.

El mismo Stendhal describía la Bora diciendo que cuando «uno teme perder el brazo con que se sujeta el sombrero».

Las autoridades conscientes de los destrozos y problemas que produce la Bora, despliegan mecanismo para evitar accidentes y heridos. El más particular es el de lanzar cuerdas (sogas más bien) por las calles, para que la gente pueda desplazarse sin salir -literalmente- volando.

Trieste, una ciudad cuya curiosidad de la Bora la hace diferente, si bien sus singularidades son muchas más y bien merece la pena descubrirlas.

Museo de la Bora. Un partícular centro dedicado al viento

EL Museo de la Bora se halla en el Viale Belpoggio 9. La visita nos puede resultar cuando menos curiosa porque a priori uno no puede imaginarse que podemos encontrar en un museo del viento. Para empezar la iniciativa museística parte la librería Transalpina, especializada en guias turísticas y en la literatura de viajes, que tuvo la idea de comercializar la “Bora in scatola” (en bote). El éxito propició que se fuese más allá, buscando concebir un espacio multidisciplinar para dar a conocer a uno de los personajes más celebres de la ciudad, la Bora. Uno de los principales eventos que se ha conseguido instaurar gracias al Assessorato de cultura del Comune di Trieste es el GirandolArt, la fiesta de los molinillos.

La Bora en lata
La Bora en lata


Como aún faltaba un espacio donde honrar a la Bora, en enero de 2004 se pudo abrir una sala en la via Belpoggio 9, para dar a conocer no sólo la Bora, si no todos los vientos. La idea final es dar a conocer la Bora, pero sobre todo transmitir conocimiento de la gestión positiva aprovechando su potencial.

El museo se divide en cuatro espacios, el primero expone libros, revistas, material audiovisual y multimedia, todo relacionado con la temática del dios Eolo.  El segundo espacio está dedicado al archivo personal del profesor Silvio Polli, un gran estudioso de la Bora, que conserva material recopilado a partir de los años 50, postales, fotos de época, y apuntes científicas. Más tarde encontramos la parte más divertida, la de los objetos que interaccionan con el viento como los molinillos, las veletas artísticas, espantapçajaros eólicos de Bali y Eslovenia, las cuerdas que sirven de agarramanos en los días de fuerte viento, una pistola que dispara viento, y otros tantos ingenios.

Para terminar está la colección de Vientos del Mundo, con contenedores personalizados que «guardan» vientos de otros tantos países y áreas geográficas (desierto de Libia, las Vegas, Bolivia, el Etna…), donados por amigos del museo, visitantes y apasionados del viento.

Reserva gratuita en el 040307478  o enviando un email a: museobora@iol.it http://www.museobora.org/