En Nápoles, la ciudad referencia de la región de Campania se mezclan el paisaje con la historia y la cultura. Por un lado, las vistas al Vesubio la convierten en una ciudad romántica. La cercanía del volcán y de Pompeya es un atractivo más de esta ciudad del sur de Italia.
Si los griegos hubiesen querido construir un anfiteatro natural nunca hubiesen logrado lo que el capricho de la naturaleza ha conseguido en el golfo de Nápoles, con la península sorrentina y la punta Campanella al sur y el cabo Misino, -lengua de tierra de los Campos Flégreos- al norte; y el volcán Vesubio cual torre vigía. Todo ello abierto al mar Tirreno y su azul cobalto adornando una de las postales más bellas del Mediterráneo. La lástima es el urbanismo desordenado y caótico de Nápoles y su periferia, una de las mayores de Europa (es la tercera ciudad en población de Italia), que acaba devorando casi toda la costa, salvando las islas.
Nápoles vive con mucha intensidad la fe y la devoción, aún en pleno siglo XXI, con gestos y tradiciones que sorprenden y fascinan a partes iguales. Los ex voto abundan en las iglesias, como ofrendas por «milagros» concedidos a plegarias y oraciones infinitas; las vírgenes y los santos «patrocinan» los barrios, y en iglesias como la Chiesa della Sanità sus catacumbas exhiben sin pudor los cuerpos momificados de los monjes -al estilo de las catacumbas de los capuchinos de Palermo– .
Napoles, la Roma del Sur.
De otro lado, Nápoles tiene una gran riqueza artística. En ella encontramos una curiosa mezcla entre un pasado muy ligado a la Historia de España, y una vida cotidiana muy activa, donde la calle es el mejor de los escenarios. Declarada Patrimonio de la Humanidad por sus monumentos, en Nápoles se funden mar, arte e historia, entre pizzas y tarantellas napolitanas.
La cercanía con la mole del volcán Vesubio aún impresiona a los napolitanos. Más si cabe cuando se visitan los restos arqueológicos de las antiguas ciudades de Pompeya y Herculano, cuyo extraordinario estado de conservación nos transporta a la época romana con suma facilidad.
No lejos, a tiro de piedra, con uno de los ferries de Nápoles, se encuentra Capri. En sus puertos, playas, acantilados y calles, el lujo se funde con las compras compulsivas, las tiendas de souvenirs y el ajetreo incombustible de rutilantes estrellas perseguidas por fotógrafos ocasionales venidos de todo el mundo.
El golfo de la bahía de Nápoles se cierra por el otro extremo del norte con Ischia y Procida, dos islas que no hay que perderse en una excursión
Qué ver en Nápoles
Nápoles es una paradoja. Forma parte de esas ciudades decadentes como Marsella, Lisboa, o Palermo, cuyo interés proviene de esa dualidad entre aquello «que fue», y en lo que «ahora es». Ciudad estratégica, su sucesión de fortificaciones entre las que destacan los castillos de Castel dell’Ovo, el castillo Maschio Angioino, imponente protegiendo el puerto de Nápoles, o Castel Sant’Elmo, dominando desde lo alto de la colina del Vomero desde 1275; dice mucho de su historia, de su resistencia, pero también de su ocaso como centro político y económico de la península itálica del Medievo.
Una de las mayores plazas y tal vez la más notable de la ciudad es la Piazza Plebiscito. Esta plaza donde se ubican el Palacio Real y el Teatro San Carlo, formando una elipse confrontada a la Iglesia de San Francisco de Paula, es, para aquellos que hemos tenido la suerte de visitar cuando las luces del día se van, uno de los lugares más personales de Nápoles.
Historia de Nápoles
Nápoles, del antiguo nombre Neapolis (ciudad nueva), fue fundada por los griegos en el siglo VII a.C. y se convirtió rápidamente en una de las ciudades más grandes de la Magna Grecia gracias a su grande puerto protegido por exuberantes montañas y por su clima templado.
Nápoles es una alfombra por donde han discurrido griegos, romanos, godos, bizantinos, suevos, angioinos, normandos, aragoneses, borbones, austriacos, franceses, y por fin la unificación, pero también la segunda guerra mundial, la ocupación nazi y la liberación por parte de los aliados
Caminando por sus innumerables y estrechos callejones, encontramos símbolos arquitectónicos típicos de las diferentes culturas que dominaron la ciudad en el transcurso de los siglos. En 1734 se convirtió en la residencia de la familia real Borbónica, de la cual se conservan inmensas colecciones artísticas y arqueológicas.
Visita Guía al centro de Nápoles
En el corto tramo entre el puerto, la Piazza Plebiscito y Via Toledo se sitúa centro de la ciudad, el corazón de la vida de Nápoles, llena de oficinas, restaurantes donde comer, tiendas y monumentos y foco del turismo de Nápoles. Lo primero que encontramos llegando desde el puerto es el castillo angioino, construido a fines del siglo XIII por Carlos I de Anjou. Fue llamado Castelnuovo para distinguirlo del más antiguo Castel dell’Ovo, pero este nombre fue pronto sustituido por el apelativo popular Maschio Angioino, que sigue siendo hoy su nombre.
El castillo sufrió muchos daños en las guerras de Sucesión que se produjeron al final del período Angioino y fue casi completamente reconstruido por los Aragoneses. Del edificio original angevino, -en la que también participó Giotto-, sólo se salvó la estructura de la Cappella Palatina. Restaurado de nuevo en el siglo XVI por los españoles y los Borbones en el XVIII, el castillo fue objeto de considerables obras de restauración a principios del siglo pasado, de acuerdo con documentos antiguos y tratando de restablecer su estructura primigenia.
Siguiendo la ruta, después del Maschio Angioino encontramos los jardines del Palacio Real y el Teatro San Carlo, el teatro más antiguo de Europa aún en funcionamiento y uno de los principales teatros de ópera italiano. Durante los siglos de la ocupación monarquía borbónica, el Teatro San Carlo ha competido con la Scala de Milán la soberanía de la ópera italiana. El San Carlo fue construido en 1737, adosado al Palacio Real, de modo que el soberano podía entrar en él sin tener que salir del palacio.
La construcción fue parte del amplio plan de desarrollo urbano iniciado por el Rey Carlos de Borbón para la remodelación de Nápoles. Gracias a ello, Nápoles se convirtió en una gran capital europea, desde la que dirigir su Reino. Sin embargo, los aires de grandeza de la monarquía y los deseos de modernizar el país bajo un sistema absolutista ilustrado, fueron infructuosos. La Novela del Gatopardo habla de bien de estos problemas y de los intereses por cambiarlo todo sin cambiar nada…
Galerías Umberto I
Frente a la entrada al teatro de San Carlo está una de las cuatro entradas de la Galleria Umberto I. Estas calles imponentes y altísimas están cubiertas por techos de cristal que dejan pasar la luz. Se inauguraron en 1892, como un símbolo del nuevo urbanismo que el gobierno italiano realizaba en la ciudad de Nápoles. Consta de cuatro brazos con estructura de albañilería, con una techumbre de hierro fundido y vidrio.
El estilo es neorrenacentista y pretende resaltar el pasado cultural y artístico de la nueva Italia nacida con el Risorgimiento y la unificación del país. El punto más alto de la cúpula en el centro de los cuatro brazos colocados en la cruz se encuentra 57 metros sobre el nivel del suelo y da una gran amplitud, luminosidad y sensación de ligereza, acentuando la altura de los cuatro arcos en la entrada. Inevitablemente nos recuerdan a las Galerías Vittorio Emannuelle de Milán, pero el estilo es más imponente y menos sobrio.
La galería conecta el Teatro San Carlo y el Palacio Real con Via Toledo, que durante mucho tiempo ha sido la principal calle de la ciudad. Transformada por los virreyes españoles que eliminaron los muros defensivos aragoneses. Via Toledo se convirtió pronto en el centro de la ciudad, ya que conectaba el nuevo palacio del virrey (el futuro Palacio Real) y el zona del puerto con las entradas terrestres a la ciudad de Nápoles. A lo largo de Via Toledo se instalaron todas las principales familias nobles con sus palacios, mientras que el espacio entre la Via Toledo y los nuevos muros se construyeron viviendas militares (I Quartieri Spagnoli los «barrios españoles») después convertidos en casas populares con una estructura desordenada y funcional hoy visible.
Alrededores de Nápoles
Los Campos Flegreos, y la Solfatara de Pozzuolli, además de las ruinas de Pompeya y Herculano. La isla de Capri con su Gruta Azul.
Costa Amalfitana.
La costa Amalfitana es una zona muy interesante para descubrir si vistamos Napoles. A pesar de encontrase muy cerca geográficamente, -unos 20 km a vuelo de pájaro-, por carretera se tarda una hora y media para recorrer los 60 km hasta, por ejemplo, la ciudad de Amalfi.
LA Cosdta Amalfitana es la parte noroccidental del Golfo de Salerno, el golfo contiguo al de Napolés. EL relive de sus montes, la belleza de sus aguas, de sus pueblos y pequeñas ciudades y de las playas han atraído a turistas desde que el turismo se «inventa» a finales del siglo XVIII. Los nobles alemanes y británicos, los viajeros de finales del XVIII y principios del XIX descubren la Costa Amalfitana en plena moda romántica.
Por el valor cultural y la belleza de sus paisajes, la Costa Amalfitana entra en la Lista del Patrimonio de la humanidad de la UNESCO en 1997. Esta estrecha franja de costa se asemeja a Cinque Terre en la Toscana, pero quizá con un carácter más Mediterráneo y un clima aún más suave y cálido.
En la Edad Media en la zona surgieron varias pequeñas, pero muy poderosas, Repúblicas marineras que comerciaron con las cuatro esquinas del Mediterráneo. Amalfi fue la más importante. Después, el interés turístico hizo que ser restaurasen y se construyesen números palacios y residencias. Los pequeños pueblos de la Costa Amalfitana son sinónimo de vacaciones, de bucolismo y relax.
Nombres como Capri, Sorrento, Positano, Ravello o Amalfi nos llevan a una calma que contrasta con el bullicio y el caos de Nápoles. La carretera costera 163 es una de esas carreteras míticas que hay que recoger, al menos una vez en la vida. Les recomendamos que si viajan a Nápoles reserven varios días para descansar y disfrutar de la Costra Amalfitana. Desde allí, Pompeya es una excursión ideal para una jornada.
Actividades y tours para hacer en Nápoles
En Nápoles hay opciones muy diversas de conocer la ciudad, desde visitas guiadas a tours arqueológicos a los yacimientos de Pompeya y Herculano, recorridos por la Costa Amalfitana o circuitos que salen desde Roma.
Qué ver en Nápoles, lo más imprescindible
Palazzo Real
Catacumbas San Genaro, San Gaudioso y San Severo (Nápoles Subterráneo)
Galería Umberto I
Piazza Plebiscito
Museo Arqueológico con piezas desde el Paleolítico hasta la actualidad
Castillos dell’Ovo, Maschio Angioino, Castel Nuovo, y Castel Sant’Elmo
Yacimientos arqueológicos de Pompeya, Herculano y Oplontis en los alrededores de Nápoles
Comer una pizza tras otra en los irrepetibles restaurantes de la ciudad
Pompeya y Herculano.
Las dos ciudades romanas fueron sepultadas por la erupción del Vesubio en en año 79. Una de las peores erupciones registradas en época histórica de un volcán en Europa, dejó miles de muertos y ambas ciudades sepultadas baja varios metros de cenizas. Eso ha permitido que su estado de conservación sea muy grande y que hoy se visiten.
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Cómo llegar y como moverse por la ciudad
Mapa de Nápoles
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