No siempre las obras de arte están dentro de los museos y la Fontana dei Quattro fiumi (Fuente de los cuatro ríos) de Bernini es el mejor ejemplo. Situada en el corazón de Roma y presidiendo el centro de Piazza Navona, la genial escultura preside la entrada a iglesia de Sant’Agnese in Agone.
Historia de la Fuente de los cuatro ríos
A mitad del siglo XVII el Papa Inocencio X había sucedido a Urbano VIII, hecho que suponía el traspaso de poder a la familia Pamphili por parte de la familia Barberini a quién pertenecía Urbano VIII. El nuevo Papa trató de desembarazarse de todo lo que recordara a su predecesor que a su vez había sido gran mecenas de Bernini. Por esta razón, Bernini trató de ganarse las simpatías de Inocencio a través del regalo de una maqueta de plata de la fuente proyectada a la cuñada del Papa, Olimpia Maidalchini, asesora y consentida del Pontífice. De este modo Bernini logró ganarse el favor del Papa para ejecutar la obra de la fuente.
El Papa Inocencio X en pleno apogeo artístico del barroco, y económico del Papado se dejó seducir por el poder político y religioso que destilaba la escultura, como símbolo del control del Estado Pontificio sobre los cuatro continentes representados. La transformación de Piazza Navona para acabar siendo el ejemplo más vistoso del barroco estaba en marcha, y en el centro de la plaza donde estaba un abrevadero para los caballos se iba a colocar la fuente de los cuatro ríos.
Los expertos aseguran tras analizar el modelo que realizó Bernini para proyectar la fuente, que varios elementos fueron modificados tanto en tamaño como en material (algunas figuras que iban a ser de bronce fueron finalmente esculpidas en mármol travertino). Para financiar el elevado coste de la obra el Papa no escatimó a la hora de subir los impuestos de alimentos básicos como el pan, lo que derivó en un malestar de la población, culpando no al Papa, si no a la ya de por si impopular cuñada.
Bernini comenzó los trabajos en julio de 1648 y en junio de 1651, tres años después había finalizado el encargo del Papa. En el centro de Piazza Navona, un lugar simbólico ya que durante la Roma Clásica estuvo aquí el Estadio Domiciano -por eso su forma de elipse-, la Fontana de los cuatro ríos se convirtió en uno de los puntos más famosos del centro de Roma.
En el centro de la escultura el obelisco egipcio del Circo de Majencio preside el conjunto, como si del centro de una Rosa de los Vientos se tratase. No en vano el Estado Pontificio defiende Roma como el centro del Mundo, y defiende así una cosgomonía que trasciende lo religioso y que busca afianzarse en un mundo que con el descubrimiento de América y el establecimiento de rutas de comercio con Asia ha trastocado la idea finita del universo. Sobre el obelisco una paloma lleva en el pico una rama de olivo.
Como cuatro puntos cardinales (si bien apuntan a las intersecciones de cada uno de ellos), sendas esculturas humanas colosales posan representando a los cuatro grandes ríos de los continentes: el Nilo en África, el Ganges en Asia, el Danubio en Europa, y el Río de la Plata en América.
La fuente está coronada por la paz del Espíritu Santo, emblema de Inoncencio X a la postre mecenas de la obra, representando la victoria evangelizadora de la Iglesia católica que había esparcido el dogma por casi todos los rincones del mundo conocido.
Tradicionalmente se ha querido ofrecer una competencia y rivalidad entre dos genios contemporáneos, Bernini y Borromini, expresada en la Fuente de los Cuatro Ríos en la figura del Río de la Plata, que parece alzar la mano frente a la Iglesia de San Agnese (cuya fachada había sido ejecutada por Borromini) con un gesto de ofensa. Sin embargo esta aseveración o leyenda urbana es falsa ya que Borromini no inicia las obras del templo hasta 1653 cuando la fuente ya está finalizada.
La Fuente
Bernini contó con la colaboración de otros escultores, cada uno centrado en una de las cuatro fuentes, así Giacomo Antonio Fancelli se centró en el Nilo, Claude Poussin en el Ganges, Antonio Raggi en el Danubio y Francesco Baratta en el Rio della Plata).
Las alegorías animales no faltan en la Fontana, con ocho animales cargados de simbolismo león, cocodrilo, serpiente de mar, caballo, serpiente terrestre, delfín, dragón y paloma en lo alto del obelisco (esta última en broce).
De este modo los caudalosos ríos se representan simbólicamente con un animal en cada esquina cardinal, sobre una base que imita una superficie rocosa. El Nilo es un León con una Palmera, y África tiene la cara tapada porque en ese momento el nacimiento del Nilo aún era desconocido. El Río de la Plata se muestra con un cocodrilo y cáctus, y alude con las monedas al color plateado de sus aguas y a la inmensa riqueza que generan las colonias españolas de ultramar. El Danubio es un caballo al galope con flores, que recuerdan la fertilidad de las llanuras que atraviesa, y finalmente el Ganges se representa con un dragón y un remo largo, indicando la navegabilidad y caudal del río asiático.
La gran vida que transmiten las esculturas de la Fuente, ya sena humanas, animales o plantas supuso en el momento de su finalización un clamor casi unánime de elogios hacia Bernini. Con la consecución de la obra Piazza Navona pasó a convertirse en un lugar de paseo y meditación, trasladando el mercado que desde hacía siglos se celebraba aquí a otros lugares de Roma.
En 2009 se llevó a cabo la última gran restauración, que permitió recuperar el color blanco del mármol, y liberar de una capa de suciedad, excrementos de las palomas y contaminación que había dañado estéticamente la fuente. Para preservarla se instaló un sistema inviable a la vista de tenues cargas eléctricas como elemento disuasorio contra las aves.