Trieste

Canal de Trieste
Canal de Trieste

Trieste es particular en todos los sentidos. El más patente es la Bora, el viento característico que borra cualquier atisbo de niebla, haciéndola brillar como si se frotase una lámpara mágica.

Trieste fue la punta de diamante del Imperio Austrohúngaro, cuyos territorios iban de Polonia al Mediterráneo, de los Balcanes a Baviera, y su salida al mar, pero también fue un babel de lenguas y culturas.

Para hacerse cargo de la importancia que tiene para la ciudad el mar y la montaña no hay más que mirar hacia los dos extremos opuestos. Por un lado las colinas del Karsc, y por el otro el mar cuya actividad generada sufragó los bellos edificios del puerto, los palacios que hacen de bella cara de Trieste, y que animan a recorrer el golfo que protege la ciudad hasta la periferia donde el emperador Francesco Giuseppe, el desafortunado Maximiliano emperador de México levanto el castillo de Miramare.

Trieste, una ciudad entre el Carso y el mar, un territorio de frontera, con un ojo mirando el mar Adriático y el otro posado en el promontorio carsico. envuelto del perfume de la «maquia mediterránea», luminoso y con el cielo limpio, especialmente cuando el viento de la Bora.

La Mitteleuropa se tiñe de azul. En Trieste grandes escritores como James Joyce, Italo Svevo o Umberto Saba buscaron paz e inspiración

Trieste abraza el mar, o mejor dicho lo cuida como a un huesped al que le ofrece una alfombra roja. Basta fijarse en el diseño urbanístico de la piazza dell’Unità, cuya fachada se ofrece al mar, como si de un muelle que resguarda a los barcos.

Arquitectónicamente los palacios de Trieste hablan en lenguaje neoclásico, liberty, ecléctico y barroco, conviviendo con vestigios romanos, edificios del Settecento y de herencia hausbúrgica.

Cruce de culturas y religiones, en Trieste se percibe esa fusión desde que se llega, la iglesia greco-ortodoxa, la serbo-ortodoxa, la sinagoga, la iglesia evangélica luterana, o la helvética – la más antigua de la ciudad- conviven con una fraternidad que asombra. Esa tolerancia se respira gracias a un acento que mezcla lo eslavo con lo italiano y lo germano, provocando una osmosis donde ora se bebe el Terrano y la Vitovska, ora se saborean los dulces de tradición eslava o germánica, o las sopas como la jota, para acabar con los sabores del mar; una cocina para descubrir.

Otro de los olores inconfundibles de la ciudad es el del buen café. Los triestinos tienen verdadera pasión por el café, y es casi una liturgia acudir a saborearlo a las cafeterías históricas de Trieste donde aún rezuman los rumores literarios de otros tiempos.

Trieste y el mar

Trieste vive de cara al mar, y sus gentes aprovechan cada posibilidad para disfrutarlo. La rivera y el litoral con sus playas y estaciones balnearias son frecuentadas todo el año, ya sea para tomar el sol, bañarse o caminar por los paseos marítimos.

Los alrededores de Trieste

La zona costera aledaña a Trieste guarda sorpresas que invitan a hacer rutas y excursiones de todo tipo. Para empezar no hay que perderse las carreteras por los blancos acantilados, con sus pequeñas bahías y los senderos ideales para hacer senderismo.

A apenas 8 km de Trieste están los castillos de Miramare y Duino, balcones del Mar Mediterráneo; espacios naturales como la Gruta Gigante, la cavidad turística más grande del mundo, o reservas como la marina di Miramare, Duino, Val Rosandra, y los montes Lanaro y Orsario. Otra opción es la pintoresca población istro-veneta de Muggia, llena de tesoros históricos y culinarios.

El Faro de la Vittoria

Obra del arquitecto triestino Arduino Berlam y del escultor Giovanni Mayer,el blanco «Faro de la Victoria» ilumina el golfo de Trieste al mismo tiempo que brinda homenaje a los soldados italianos muertos durante la primera guerra mundial en batallas navales.

La idea de construir un faro nace en 1918, y su primer emplazamiento debía ser Punta Salvore. Sin embargo, la Lega Navale y el Comando della Difesa Marittima prefirieron la actual ubicación, sobre el Poggio di Gretta, a 60 metros sobre el nivel del mar,en paralelo con el bastión redondo del antiguo fuerte austriaco kressich (1854-1857).

El proyecto presentado de Berlam fue aprobado el 20 de enero de 1920, pero hasta febrero de 1923 no se iniciaron, concluyendo el 24 de mayo de 1927, con una ceremonia de inauguración a la que acudió el rey de Italia Vittorio Emanuele III.

El faro se comprende de una amplia base que abarca parte del bastión del preexistente fuerte austriaco, recubierto de piedras de origen local, un revestimiento en piedra de Istria y modelos de yeso para detalles singulares,

Sobre la columna monumental se levanta un capitel en cuya cofia (llamada así en homenaje al carácter marinero y costero de Trieste) está insertada la linterna, protegida por una «jaula» de cristal y bronce, toda ella cubierta de una cúpula de bronce decorada con escamas. El punto más alto de la cúpula rasga el cielo con la estatua de la Vitoria.

La parte ornamental se completa con la figura de un marinero sobre la cual corona el ancla del cazatorpedero Audace (el primer barco italiano que entro en el puerto de Trieste el 3 de noviembre una vez acabada la primera guerra mundial). Junto a los lados de la entrada al faro dos proyectiles donados por el Ministerio de la Marina italiana secundan el acceso. Hoy, casi 100 años después de alzarse, el faro de la Vittoria es uno de los emblemas de Trieste.

La Grotta Gigante

El «Carso» guarda miles de rutas, muchas de las cuales todavía están por descubrir. Se estima que son alrededor de 6000, de las que 2.500 están en territorio italiano, siendo por morfología, dimensiones y profundidad muy diversas.

Entre todas ellas la que reviste más interés es la Gruta Gigante, situada en el homónimo pueblo Borgo Grotta Gigante, a sólo 15 kilómetros de Trieste, y fácilmente accesible ya sea con coche propio (salida Sgonico) o con transporte público.

Se trata de la caverna abierta al público más grande del Carso, con 65 metros de ancho, 280 de largo y una cúpula de 107 metros de altura. Se distingue también por la riqueza de estalactitas y las estalagmitas, y por la concentración de calcitas que recubren las paredes.

Dentro de la gruta los científicos han instalado un laboratorio permanente para medir movimientos sismógrafos y realizar estudios geomórficos.

Si bien no hay peligro de ningún tipo, conviene tener en cuenta varios consejos: Principalmente que la temperatura interior es bastante baja, aunque la visitemos en verano. Además el acceso a la Bruta Gigante comporta bajar y subir bastantes escalones.

La Grotta está sólo cerrada el día de año nuevo, el 25 de diciembre, y todos los lunes no festivos (excepto julio y agosto que está abierta todos los días).

La cueva permite la celebración de eventos frecuentes, como la «Festa della Befana», el 6 de enero, conciertos corales, o la «festa dei Turisti», con un despliegue técnico de luces y sonido que retumba en la Gruta el 15 de agosto.

La Catedral di San Giusto

La Catedral de San Giusto tal y como la conocemos hoy se levanta sobre los restos de una basílica paleocristiana de tres naves, con el presbiterio absidiado y el pavimento de mosaico que ha sido recuperado en porciones muy pequeñas

En el curso de los siglos la primigenia iglesia sufrió numerosas y consistentes modificaciones que desembocaron en su total destrucción por motivos aún desconocidos. Casi inmediatamente se levantaron dos nuevos edificios sacros: una pequeña catedral dedicada a la Virgen Assunta y la capilla de San Giusto. De las tres naves de la antigua catedral sólo queda hoy la central, sobre la que en el siglo XIV se levanta un nuevo edificio que añade un rosetón que se abre a la fachada, iluminando el interior.

Il Castello di Duino

El castillo de Duino, la histórica morada privada de los príncipes von Thurm und Taxis,surge en una pintoresca y panorámica posición, sobre un promontorio de roca carstica, que se asoma al precipicio del mar, con una envidiable vista sobre el golfo de Trieste.

Al contrario de otros castillos, convertidos es «fríos» espacios inertes, el Castillo Duino regalo a sus visitantes el calor que el príncipe Carlo Alessandro di Torre Tasso, su esposa y sus tres hijos han sabido infundir a su habitual lugar de residencia.

Mecenas de la cultura, a lo largo de los años han hospedado a personajes ilustres bajo su techo como: Johann Strauss, Franz Liszt, Mark Twain, Paul Valéry, Gabriele D’Annunzio, Hugo von Hofmannsthal, Rainer Maria Rilke, que compuso aquí sus famosas Elegías, por no mencionar a reyes y nobles de todas las cortes europeas.

Mezclando realidad y leyenda, la historia del castillo de Duino y su emplazamiento se remontan a época romana, periodo cuando se alzó la torre primigenia, cuyos restos hoy están insertados en el cuerpo del moderno castillo. Sin embargo, la primera fortaleza se encontraba adyacente al castillo actual, y hoy en día queda poco del edificio.

El nuevo castillo vió la luz en 1.400, y fue restaurado manteniendo el aspecto ancestral tras los ingentes daños que causó el conflicto de la I Guerra Mundial.

Desde 2003 el castillo está abierto al público todos los días excepto los martes; de 9,30 a las 17,30. El itinerario turístico recorre las extensas habitaciones, terrazas y salones, ricos en apreciadas obras de arte, suntuosidad y lujo.

Pero, es su gran parque con sus caminos románticos llenos de estatuas, el espacio más ambicionado. La terraza panorámica se abre a la inmensidad del mar, como fondo para admirar los tonos multicolores de las flores que hacen un juego cromático en la clásica vegetación mediterránea.

Tampoco hay que perderse la visita al bunker construido sobre la roca en la segunda guerra mundial, que reúne piezas en su mini museo para explicar la historia del castillo.

Además de acoger la visita de turistas, en el Castillo de Duino se celebran exposiciones, conciertos, congresos, y con frecuencia localizaciones para películas.

Información:

Castillo de Duino – Via Castello di Duino, 32 – Duino Aurisina (Trieste)

Tel. 040 208120 – Fax 040 208022
E-mail: per informazioni sulle visite: visite@castellodiduino.it
per altre informazioni: info@castellodiduino.it

El Castillo Miramar en la costa del Golfo de Trieste
El Castillo Miramar en la costa del Golfo de Trieste

  El Castillo de Miramare

El blanco castillo de fábula, circundado de un verde y exuberante parque, se asoma al mar azulado batido por el viento desde que se terminó en 186. El archiduque Maximiliano de Hausburgo regaló este nido de amor a su esposa como ofrenda. Desgraciadamente, la ambición de poder y el deseo de acarrear fama de su esposa Carlota de Bélgica le arrastró allende al mar para convertirse en emperador de Mexico, abandonando así el magnífico castillo que para los supersticiosos arrastra un halo de maldición y mala suerte para quién lo posea.

Actualmente el castillo de Miramar se ha convertido en una atracción para los turistas y una meta de relax de fin de semana para los triestinos que acuden al parque a pasear por sus senderos envueltos en frondosa vegetación.

En el interior se pueden visitar las estancias privadas, los salones revestidos con detalles decimonónicos, el estudio biblioteca y la sala del trono, recientemente restaurada para mostrar el esplendor original.

La entrada al Castillo de Miramar requiere el pago de una entrada, no así el parque. Para llegar podemos coger la línea de autobús 36, y algunos trenes que se detienen en la pequeña estación de Miramare.

El parque y el Museo del Castillo de Miramare están en el Viale Miramare – 34014 Trieste

Tel 040 224143
Fax 040 224220
E-mail: info@castello-miramare.it

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