Arte topiaria y esculturas vegetales en los jardines de Italia

Teatro Villa Rizzardi de Marlia
Teatro Villa Rizzardi de Marlia

Aunque no alcance la categoría de las obras de arte que encontramos en las salas de los mejores museos de Italia, el arte topiaria no deja de ser un ejercicio de destreza que si bien no es tan imperecedero como la piedra sobre la que se esculpió el David de Miguel Ángel, ni el lienzo sobre el que Botticelli pinto su Venus, nos proporciona una bella imagen efímera de naturaleza y arte vivo.

Si bien el origen del arte topiario es incierto y lo reclaman desde los maestros de los jardines imperiales de Japón, a los persas que gozaron de una Mesopotamia florida, el periodo de máximo esplendor de este espectáculo visual está en Italia, y en el arco temporal del Renacimiento. La etimología de la palabra procede de los «topiarius», que eran los pintores paisajistas y que más tarde definía a los encargados de cuidado de los jardines en la roma Antigua. Estos maestros jardineros, a menudo esclavos, se encargaban de recortar los setos de los floridos patios de las suntuosas villas patricias. Su habilidad era muy apreciada y llegaron a gozar de cierto prestigio y estatus, creando una escuela de oficio que con la caída del Imperio Romano se extendió por toda Europa, principalmente por Francia, Alemania, Países Bajos o España en el siglo XVII, y más tarde en Estados Unidos en 1900.

La eclosión del arte topiario

Sólo una corriente de florecimiento de las artes como el Renacimiento podía haber supuesto el auge del arte topiario tras un periodo en el que su conocimiento quedó relegado a abadías y monasterios. Con el renacer de las artes clásicas recuperan la pasión por los jardines, y los nobles de la época se rodean de artistas capaces de competir por obras maestras con formas de animales, o con laberintos que emulan las desventuras de Teseo y el Minotauro. Los pasillos de arbustos recortados culminan en arcos floridos, y las formas geométricas (prismas, esferas, conos) y grecas engalanan los amplios jardines de las villas italianas. Los espacios verdes se convierten en el escenario de la vida cotidiana donde se practican juegos, banquetes, bodas o liturgias de toda índole, como las veneraciones que hizo Per Luigi Orsini, duque del Parque de los Monstruos de Bomarzo. Las formas evolucionaron hasta llegar a un grado de detalle que permitía abordar figuras antropomorfas, animales, o incluso mitológicas.

Los principios de esta técnica conjugan mucha visión espacial del elemento a trabajar, igual que si de un bloque de mármol se tratase, con elementos externos como armazones que dan forma al seto, permitiendo trabajar sobre partes de la planta sin afectar a otras. Pensemos que el trabajo requiere de paciencia puesto que la poda se debe hacer de forma escalonada para poder modelar la figura con la forma y efecto deseado.

Paralelamente a los primeros tratados de urbanismo y diseño de la arquitectura encontramos las primeras informaciones acerca de la distribución espacial de los jardines, y su cuidado como una premisa de obligatorio cumplimiento.

Las especies más comunes son el boj, el tejo, el acebo, el ciprés o el laurel, todos ellos con un crecimiento compacto y que gracias a un tipo de hoja pequeña permiten crear formas más fáciles.

Del majestuoso arte topiario aún quedan rastros en Italia. En el XVIII en toda Europa se impone el estilo francés, más elaborado y que reemplaza el estilo italiano, más simple y geométrico. Son pocos los jardines antiguos supervivientes ya que el abandono de las villas, o la imposición del estilo de jardín inglés del XIX, que prima más el estilo paisajista.

En la Lombardía y Veneto, gracias a sus condiciones climáticas de lluvia y en la región de Toscana aún hay empresas que siguen este oficio artesano que tanto valoraron los nobles en el medievo. Para entender cual era el tipo de escenario donde el arte de la topiaria brillaba no hay que perderse la visita a Gamberaia di Settignano, Villa Marlia en Lucca, Villa Rizzardi en Valpolicella, el castillo Balduino en Montalto cerca de Pavia, o la Villa Garzoni en Collodi. La primera es una villa del s. XVII que cuenta con un magnífico jardín  repleto de decenas de especies empleadas en la creación de formas como cipreses, tejos y boj. La Villa Garzoni es uno de los jardines más bellos de Italia, y el mejor ejemplo para entender el efecto que tuvo el ornamento de jardines con fuentes, esculturas y un laberinto de seto que nos traslada al barroco italiano.