En una época en la que los magos no se llamaban magos, y los ilusionistas estaban disfrazados bajo el disfraz que pudiese dismular sus capacidades y prácticas, poco bien vistas por el poder dominante de la iglesia, un humanista adelantado a su tiempo creó uno de los mayores efectos visuales de la historia.
Andrea Pozzo, arquitecto, diseñador de escenarios, pintor y teórico del arte barroco italiano llevó a cabo el fresco que decora una de las falsas cúpulas de la Iglesia de San Ignacio de Loyola en Roma entre 1685 y 1694. Aunque esta obra no fue la única de este tipo, la Quadratura aplicada en la iglesia de San Ignacio, -en el cual se fusionan arquitectura, la escultura y la pintura- genera una ilusión nada fácil de percibir.
Desde debajo de la inexistente cúpula el ojo no engaña, y sólo desplazándonos hacia los laterales notamos que los contrastes de luz no cambian, y que el fresco, plano, simula una cúpula que muchos ilusionistas del siglo XIX estudiaron para sus técnicas de «confusión» del espectado.
Si nos encontramos por la ciudad romana no hay que perderse una de las curiosidades más graciosas de Roma.