Algo no funciona cuando los gestores del Coliseo romano reconocen que el resto más fotografiado de la Antigua Roma sufre el mal de la piedra, el «cancer» de los monumentos. Los desprendimientos de bloques del Coliseo de casi un metro cuadrado abrieron el debate allá por mayo, y las incógnitas que el Gobierno italiano abre día si, día también sobre la gestión de los patrimonios artísticos de Italia no hacen más que echar gasolina al horno.
El anfiteatro Flavio, más conocido como el Coliseo de Roma, una de las siete maravillas del Mundo tiene piés de barro. Su localización en uno de los ejes más transitados de la ciudad, la contaminación química y acústica fruto de un tráfico pertinaz, y las vibraciones de obras y conciertos en su recinto, no han hecho más que agudizar el problema.
Todos estos factores han obligado a una intervención directa, agresiva y rápida de la Superintendencia Arqueológica de Roma para evitar que el cancer de la piedra agreda la estructura del Coliseo, y refuerce uno de los elementos más maltrechos, la arquería superior.
El propio alcalde de Roma, Gianni Alemanno, confirmo que el plan de choque costará 23 millones de euros. Y es que la financiación de estas obras parece ser uno de los caballos de Troya. Pese a que el Coliseo es uno de los monumentos más visitados del mundo, con 3 ‘5 millones de visitantes en 2009 (generando 30,4 millones de € de beneficio), el déficit en la gestión obliga a que se tomen medidas con diligencia.
La caida de los fragmentos no ha supuesto un cierre del recinto, y el Coliseo de Roma seguirá abierto mientras se ejecutan las reformas. por contra, en marzo de este año, el palacio de Nerón, la Domus Aurea vio como al menos 60 metros cuadrados de su galería trajana se desplomaron a causa de filtraciones ocasionadas por las lluvias.
Para los viajeros turistas que tienen en su retina la imagen del Coliseo, con sus centuriones de pega en la puerta, y la explicación de las luchas de gladiadores y fieras que murieron en su arena que guardan en su caja de recuerdos fascinantes, sólo les queda la esperenza de que se tomen medidas a tiempo si no queremos ver desaparecer uno de los símbolos de la Roma Imperial.