El parque del Etna alberga parajes tan opuestos que podriamos pensar que cambiamos de continente en cuestión de horas. Basta con fijarnos en la vegetación que varía desde la maquia Mediterránea con arbustos bajos, a bosques de robles, castaños y encinas, frutales como naranjos, limoneros, viñedos, avellanos; o desiertos de ceniza como en el Valle de Bove donde no hay una brizna de hierba.
Constituido en 1987, el parque del Etna fue el primer espacio natural definido como tal en Sicilia. Además de tener en su recinto naturístico uno de los volcanes más activos de Europa, la gran montaña posee coladas lávicas recientes que aún no han permitido brotar vida en sus lenguas, y otras de miles y miles de años de antigüedad que están cubiertas de pinos y otras especies de flora
Siendo un espacio tan extenso se crearon 4 zonas de control. La zona A no posee nucleos habitado, y en 19.000 hectáreas las grandes rapaces ejercen su autoridad, especialmente el aguila real. La zona B está formada en parte por pequeñas áreas de cultivo, y casas campesinas dispersas. Las zonas C y D permiten establecimientos turísticos pequeños, respetuosos con el medio, y que aproximan al turista a la realidad del Etna.
Aunque los grandes mamíferos están en peligro de extinción, el parque del Etna tiene zorros, conejos, liebres, comadrejas, etc…