En busca de la trufa blanca italiana del Piamonte

Muestra de trufas de la fiesta del Tartufo Bianco de Alba
Muestra de trufas de la fiesta del Tartufo Bianco de Alba

Ahora que se acerca el otoño y optar por viajes baratos fuera de temporada es una buena opción de ahorro, la ciudad de Alba en el norte de Italia se antoja una opción a considerar gracias a su producto más típico, la trufa.

La trufa blanca del Piamonte es uno de los iconos gastronómicos de Italia. Haciendo una comparación con la automoción, la trufa es el Ferrari, o incluso el David de Miguel Ángel si hablamos de la escultura. Quizá exageren los que lo denomina el oro blanco de la cocina, pero de lo que no tiene ningún genero de duda es que el precio que adquiere en el mercado lo convierte en un capricho de lujo.

Un poco de historia de la Trufa

La trufa (tartufo en italiano) es un producto que las primeras civilizaciones como los sumerios no ignoraron, y ya testimonian en torno al 1600-1700 a.C. Se usaba ya como condimento mezclado con cebada, garbanzos, lentejas o mostaza, si bien son los griegos los que nos dejan las descripciones más curiosas, como la de Plutarco que aseveraba que el tubérculo nacía de la acción combinada del agua, el calor y los rayos. Otros sabios de la cultura ateniense como Plinio, Marziale, Giovenale o Galeno abrieron intensos debates acerca del origen de la trufa.

Uno de los mayores eruditos latino, Plinio el Viejo lo describía en su obra Naturalis Historia, y el poeta Decimo Giunio Giovenale lo entroncaba con los rayos que el Dios Giove lanzaba a la tierra. De hecho, los atributos afrodisiacos de la trufa se relacionan con la potencia sexual atribuida al susodicho dios romano; y era un condimento muy apreciado en la cocina etrusca y romana. Hay que tener presente que la trufa contemporánea a los romanos (“tuber terrae”) estaba mucho más difusa, y abundaba en África Septentrional y Asia Occidental, con piezas de tres o cuatro kilos, mucho antes de la llegada de la llegada del tubérculo americano por excelencia, la patata.

Durante la Edad Media el aprecio por la trufa no disminuyó, y en la mesa de todo noble de cierta categoría siempre aparecía como plato frecuentado. Geográficamente en la Francia medieval la trufa negra era la más distinguida, mientras en la Italia del siglo XIV y XV era la trufa blanca la que se asentaba como la más consumida. Los gustos refinados de las cortes europeas del siglo XVIII pusieron a la Trufa Piamontesa de Alba como el producto de alto paladar, inestimable para agasajar a los invitados de alta alcurnia, como los embajadores extranjeros que acudían a la corte de Turín.

El gran músico Rossini lo denominó el «Mozart de los hongos», y el escritor Alexandre Dumas lo define como el Sancta Santorum de la mesa. Incluso los mismos reyes italianos como Vittorio Amedeo II y Carlo Emanuele III participaban en batidas buscando la mejor trufa con los perros que fueron sustituyendo a los cerdos. Sin embargo no fue hasta el siglo XX cuando la trufa blanca de Alba llegó a su máxima excelencia, cuando gracias a la promoción del máximo exponente de la defensa del tartufo, Giacomo Morra la Trufa de Alba es coronada por el periódico londinense The Times, como el rey de las Trufas. Morra, consciente del potencial de la trufa, tuvo el ingenio para llevar a cabo un marketing inaudito para los años 50, enviando los mejores ejemplares de trufa a personajes ilustres y famosos como Rita Haywort, el presidente de USA Harry Truman, Winston Churchill, Marylin Monroe, Sofia Loren, etc…, y así hasta una lista inmensa; como si de un gran premio honorífico se tratase. De hecho se conoce como el Tartufo del año, la asignación del personaje público que recibe este grato y caro premio.

La Trufa Blanca de alba hoy en día Hoy en día, el prestigio de la trufa piamontesa sigue intacto, con fiestas gastronómicas, certámenes, y sobre todo con un uso comercial más extendido, que permite – aunque sea saboreando unos gramos – que muchos paladares puedan acercarse al perfume y sabor de la trufa de Alba.

Carrera de burros del Palio de Alba

Uno de estos eventos es la Feria de Alba, conocida como la Fiesta del Tartufo ya que la trufa ha fagocitado la primigenia celebración gastronómica anual, hasta el punto que todo giro en torno a las actividades que se organizan durante los meses de octubre y noviembre en la localidad de Alba. A los eventos gastronómicos, los mercados, y las degustaciones, se suman actividades de todo tipo como la Gara Internazionale di Bocce, el Festival della Bandiera, la carrera Ecomaratona, los conciertos del Festival Alba Music , la divertida carrera de burros del Palio degli asini, entre multitud de opciones para disfrutar de la región del norte de Italia.